“La respuesta sopla en el viento”: el transporte de carga a vela como alternativa

Por Iván Ulchur-Rota

Mientras trabajaba removiendo naufragios en las costas de Nigeria, Cornelius Bockerman –quien había estado fascinado por barcos desde pequeño– fue testigo de la cantidad de contaminación que generan los buques de carga. La experiencia lo inspiró a encontrar alternativas de transporte marítimo. Puso manos a la obra y desde entonces lidera al equipo de  Timbercoast, una compañía que ofrece transporte 90% menos contaminante navegando a vela, llevados por el viento.

“Su respuesta sopla en el viento”, le digo a Ben Decosse, el risueño encargado de comunicación de Timbercoast, mientras conversamos sobre Cornelius, el navío y su proyecto en general. “Como en la legendaria canción de Bob Dylan Blowin’ in the Wind”. Ben asiente y se ríe.  Me cuenta del navío de carga de la compañía como parte de un relato de aventura. Se llama Avontuur, una goleta de dos mástiles construida en 1920. Ya había transportado carga por la costa norte de Europa, pero cuando Bockermann la encontró, operaba como bar flotante.

Timbercoast le agrega valor “ético” a la cadena de suministro de los productos que transporta reduciendo significativamente las emisiones de carbono producidas de sus operaciones. Mientras que el transporte convencional aprovecha de combustible barato para transportar cantidades enormes de carga en poco tiempo, la carga en vela certifica sus productos no solo como de “Mercado Justo”, sino como parte de la Etiqueta de Transporte Justo, que promueve la navegación limpia. Con otros navíos de cargo a vela, son parte de la Red de Transporte a Vela.

A pesar de que competir contra el transporte de carga convencional no es fácil, los desafíos económicos que Bockerman y su equipo encontraron los han forzado a seguir innovando. “No había 10,000 dólares para invertir”, dice Decosse. “Pero contamos con la ayuda de hasta 160 voluntarios comprometidos con el objetivo de cambiar la manera en la que transportamos productos”. Sonríe, pausa y enfatiza: “este es un proyecto comunitario”. Su primera oficina fue un contenedor por los muelles de Bremen, Alemania  al que le pusieron wi-fi, y de donde coordinaron la restauración de Avontuur. Tomó más tiempo del planeado –casi 18 meses– para cambiar la carcasa, el fondo y reajustar el aparejo. Ahora, la energía eléctrica que necesitan para operar proviene de paneles de energía solar dentro de la goleta.  “Así como queríamos demostrar que es posible transportar productos usando solamente la naturaleza, también queríamos crear una comunidad responsable y comprometida”. La comunidad y el trabajo en equipo son parte de la estrategia del proyecto.

Timbercoast es una extensión en movimiento de la filosofía del consumo “local”. Para Decosse hay que considerar el impacto ambiental en toda la cadena de suministro, no solo durante la etapa de extracción.  “El transporte con frecuencia es una consideración menor para los consumidores, cuando el impacto que genera el combustible líquido que utilizan los buques de carga es enorme”. Esta alternativa de transporte requiere de sus consumidores un cambio de perspectiva y la predisposición a cambiar ciertos hábitos.  “Lo ideal”, explica Decosse, “es aprender a comer según las temporadas locales. Si tienes ganas de arándanos espera a que sea temporada de arándanos.” Pero esto no siempre es posible, ni necesariamente bueno para la salud.  Es precisamente por eso que Timbercoast quiere ofrecer y promover una alternativa de exportación e importación que sea coherente con la filosofía de la producción sustentable.

Es difícil no emocionarse con las posibilidades que describe Ben. De novela épica para aficionados al ambientalismo: marineros surcando el océano a vela para cambiar tendencias de consumo,  la aventura como alternativa de sostenibilidad. Por supuesto, el sueño conlleva compromiso.  Por ejemplo, ¿es más largo el tiempo de traslado de la carga? “¡Por supuesto que sí!”, exclama Decosse.  Según él, entender cómo y porqué estos procesos toman más tiempo es parte del cambio necesario para lograr comercio más sustentable. “Nos hemos acostumbrado a un estilo de vida objetivamente destructivo.” Mientras que un buque de carga promedio puede llegar a cargar hasta 19, 000 contenedores llenos, Avontuur lleva tres. “No estamos compitiendo. No estamos haciéndole trampa a la naturaleza”, dice. Timbercoast convierte la experiencia natural de traslado en un fin en si mismo.

¿Quién paga por el traslado rápido motorizado de los buques de carga? Según la plataforma Transport & Environment, para 2050 el transporte marino podría llegar a representar hasta el 17% de todas las emisiones de CO2 en el mundo. Los combustibles que se usan a menudo son baratos y de mala calidad, prohibidos en muchísimos países pero cuyo uso no puede regularse en aguas internacionales. “El medio ambiente paga por la contaminación.” La capacidad de estos buques es, además, un círculo vicioso: después de descargar toda su capacidad, muchos de estos buques crean mercados innecesarios para justificar el uso de toda su capacidad.

Contrario a lo que uno podría imaginar, transportar productos en el Avontuur no sube mucho sus precios. “Pagas apenas un poco más por un método de transporte limpio”, dice Decosse. “Por 250 gramos de café, pagas 50 centavos extra”.  Se trata de entender el valor de la experiencia de los productos mismos. “Invitamos a los productores a que carguen y descarguen los productos ellos mismos”. Decosse reitera la importancia para todo el proyecto de las conexiones que van formando en el proceso; la cadena de suministro como comunidad. “La tripulación es de cinco personas, pero esperamos poder llevar a los propios productores en algún momento a que lleven el café, por ejemplo, siguiendo al viento”. Timbercoast le apuesta a la aventura y a la poesía del viento como parte del valor agregado.

Hasta ahora Avontuur ha transportado cacao, vino y cerveza. Su primera carga a finales de julio tuvo apoyo privado y –como rindiendo honores a toda buena novela de piratas– fue de ron y vodka .  Ahora Avontuur zarpa hacia Honduras para recoger 30 toneladas de café y llevarlas de vuelta al frío invernal de Bremen. “Nuestra conexión es el viento”, repite Ben orgulloso del elemento más innovador del proyecto del que hace parte: el viento no solo como un instrumento de energía, sino como una forma de conexión, como si el hombre del que canta Dylan en su canción volteara la cabeza y decidiera ver.

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